Martha Argerich: la anécdota que une la historia de la pianista con el peronismo

Por El Diario 24 — 17 de julio de 2015 en Argentina
Martha Argerich: la anécdota que une la historia de la pianista con el peronismo

La noche del viernes se sumó a la historia de las grandes veladas artísticas de nuestro país, con el concierto gratuito que brindó Martha Argerich en el Centro Cultural Kirchner. La notable pianista, figura mundial de la música, se presentó ante un nutrido público que la presenció en el lugar y en distintos puntos del país, gracias a la transmisión en vivo del evento, por la TV Pública y sitios de internet.   Argerich iluminó con su música la sala conocida como La Ballena Azul con piezas emblemáticas, desde música clásica hasta tangos, y fue acompañada por notables músicos argentinos e internacionales.   Al respecto, durante la jornada fueron muchos los que recordaron una vieja anécdota que liga de manera histórica a la artista con la presidencia del General Perón, allá por los años 50.    Así lo relataba el filósofo José Pablo Feinmann en el año 2007 para el diario Página 12:   "La nena sabe que necesita estudiar fuera del país. Ha elegido, incluso, a quien deberá ser su maestro: Friedrich Gulda. ¿Cómo llegar a él? La familia no tiene muchos recursos. El padre es un contador, la madre una taquígrafa. El dinero alcanza para vivir, para ir al cine, para que nada falte en la mesa, pero no para viajar a Viena. Corre el año 1954. La suerte golpea a la puerta de la nena: el intendente de Buenos Aires, de apellido Sabaté, la ha escuchado tocar y la admira. Le promete y le consigue una cita con el Presidente de la República, el general Perón. La madre acompaña a la nena. Las dos, ahora, están frente a Perón, que ese día se ve distendido y de abierto buen humor. La nena le cae bien al general. ¿Así que ya tocaste en el Colón? Sí, el Concierto de Schumann. Mirá vos, tan chiquita y ya tocaste en el Colón. La madre de la nena, que se llama Juana, le sugiere al general que –de producirse alguna ayuda económica para sus estudios– la nena podría dar un concierto en la UES. “O donde usted lo considere adecuado.” El general sonríe con su célebre sonrisa. “Pero no, señora. La nena está para otras cosas.” Se inclina sobre ella y le dice: “Decime, Ñatita”. A la nena, jamás, nadie le había dicho “ñatita”. Acaso se pregunte si es o no “ñatita” ya que sabe mirarse al espejo y nunca advirtió poseer una nariz pequeña. Pero ahora ese señor tan importante le ha dicho “ñatita”. “Decime, Ñatita”, le dice, “¿a dónde querés ir vos?” La nena, ahora la Ñatita, le dice: “A Viena”. “Yo no era muy peronista –recordará después–. Siempre andaba pegando por todas partes unos papelitos que decían Balbín-Frondizi.” La madre sugiere que Estados Unidos es mejor. Pero la nena insiste: a Viena. “A él le gustó que no quisiera ir a Estados Unidos”, recordará también la nena. La madre, tal vez aún insegura, insiste con lo del concierto en la UES. “Parece que yo debo haber puesto mala cara –recordará otra vez la nena–. Una cara bastante reveladora de que la idea no me gustaba porque Perón le empezó a seguir la corriente a mamá, diciéndole ‘por supuesto, señora, vamos a organizarlo’, mientras me guiñaba un ojo y, por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no. El la estaba cargando a mamá y a mí me tranquilizaba. Se dio cuenta de que yo no quería. Fantástico, ¿no? Y le dio un trabajo a mi papá. Lo nombró agregado económico en Viena. Y a mamá le dijo que le parecía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz y le consiguió otro puesto en la embajada” (Revista Clásica, No 133, Buenos Aires, 1999). Así, por esas cosas del peronismo, la nena se fue a Europa, llegó a Viena y se puso a estudiar con Gulda en tanto su padre y su madre ganaban el dinero necesario en la embajada argentina. La nena se llama Martha Argerich y es la más grande gloria musical que surgió de este país. Dedicará su vida a la música, ese arte que, según George Steiner, es, junto con la filosofía, la más alta cumbre a la que puede acceder el espíritu humano. El más elusivo también, el más indefinible. Alguien le pregunta a Schumann, luego de escuchar una de sus piezas, qué significa eso que tocó, qué quiso decir. Schumann, por toda respuesta, retorna al teclado e interpreta otra vez la misma pieza."