Para jugar bien al fútbol hay que ser buche

Para ser jugador de fútbol hay que ser actor y vigilante. De yapa, cada tres pasos hay que escupir el césped, como acto de desprecio no se sabe bien contra quiénes o por qué, porque escupen si van ganando o perdiendo, de locales y de visitantes, en su equipo y en la selección, jueguen bien o jueguen mal. Lo de ser actor es una característica muy especial de los jugadores de fútbol. Los rostros de dolor que fingen cada vez que se caen o los golpean, son tan convincentes que cualquiera diría que pasaron varias horas frente al espejo entrenándose hasta que los hicieron a la perfección.
Casos se han visto de jugadores contrarios que los rozaron con la yema de los dedos y cayeron al suelo como tocados por un rayo. Un actor normalmente sabe que el público está para allá y los actores para este lado y listo. Pero los futbolistas deben controlar que los simpatizantes rivales no se den cuenta, tampoco los jugadores del otro equipo ni el referí, los jueces de línea, las cámaras de la cancha. Y también son canas o, para son vigilantes, buchones, batilanas, para peor, maleducados, pues hacen algo que las madres de antes tenían prohibido, señalan con el dedo. Cuando un rival comete una falta supuesta o real, no dudan en avisarle al referí que, justamente también estaba mirando para ese lado y tiene el ojo mejor entrenado para saber si debe o no sancionarlo. Son tan batidores que después del partido se enorgullecen de haberle dicho al árbitro que el jugador Fulano del Tal, del otro equipo, cometía muchas infracciones.
Lo malo es que los argentinos despreciamos al ortiba, al que denuncia a la policía a quien cometió un delito. Lo tenemos como una mala persona, un ser rastrero, vil, despreciable, innoble. Pero aplaudimos a estos buches, los hacemos ídolos y hasta compramos posters con su figura. Si su hijo pequeño, doña, tiene inclinación por la actuación, ya sabe, lo inscribe en una escuela de teatro o lo manda a una escuelita de fútbol. Será un triunfador, ya verá.