Por qué el ampalau en el futuro será la lalalalalampalagua

Por El Diario 24 — 16 de marzo de 2022 en Culturas
Por qué el ampalau en el futuro será la lalalalalampalagua

En el pago sabíamos que la víbora se llamaba ampalagua, como es palabra de género femenino, le decíamos la ampalagua, pero los viejos decían que era un viborón y lo llamaban “el ampalau”. La gente que iba de la ciudad tampoco dudaba con el nombre del bicho, desde siempre se había llamado ampalagua. Hasta que un buen día llegó un porteño de esos que se las saben todas. Oyó que le decíamos la ampalagua y, por no preguntar, la llamó de esa manera, “lampalagua”, que hasta suena horrible. Cuando volvió a la ciudad, contó a sus amigos que había una víbora enorme en el campo, que no era la cascabel ni la pitón ni la víbora de coral, era la temida lampalagua.

Antes de seguir aclaro. Allá en casa, los porteños no eran solamente los nacidos en la antigua capital de los argentinos sino todo el que hablaba raro. Si usted decía “acá”, en vez de “aquí”, si al coyuyo lo nombraba como “coshusho”, también lo teníamos por porteño. Era lo mismo que avisar “este tipo es de otro lado”. El problema es el rebote. Los periodistas de ahora creen que su única misión es informar o mostrar lo que la gente quiere ver. Suponen que su preparación se termina en la universidad, no creen en que se debe leer, informarse, caminar las calles, conversar con la gente, sentir el pulso a la sociedad. Se llevan por los programas enlatados de Buenos Aires, en los que, si algo mide bien, se queda, aunque sea un tipo mostrando nalgas de mujeres semidesnudas.

Aunque no se crea, lo que se dice por una radio y cómo se lo dice, tiene mucha importancia, porque la gente tiene a los locutores como gente bien hablada, en el sentido de que, si está donde está, es porque sabe cuál es la mejor manera de pronunciar las palabras, una por una. Y si el tipo de la radio le dice “lampalagua” a la ampalagua, es porque sabe y seguramente el equivocado soy yo. Es por eso que en el campo también le dicen “lampalagua” al ampalau. La gente le creyó al rebote, mucho más que a la propia experiencia. El complejo de inferioridad hizo el resto. Ahora estaría faltando que vaya otro porteño al campo, oiga cuando le decimos “la lampalagua”, vuelva a la ciudad y la llame “lalampalagua”. Y así sucesivamente hasta que dentro de 100 años, si sigue existiendo el mundo le digan “lalalalalampalagua”. Pero ya no estaremos para reírnos a las carcajadas.