Bienaventuranzas tucumanas

Bienaventurados los que chupan caña, porque de ellos es la golosina más rica de la Tierra. Bienaventuradas las chicas que pasean por el parque 9 de Julio los domingos, porque son dueñas de la belleza más representativa de estos pagos. Bienaventurados los achilateros, que regalan felicidad a las siestas de la gente menuda. Bienaventurados los dueños de carritos tirados por caballos, porque están dos escalones más arriba de la pobreza absoluta. Bienaventurados los que son del viejo pueblo de Garmendia, porque saben el valor del ferrocarril, la mula y el arado y porque conocieron a Neme Herrera. Bienaventurado el Cristo de San Javier, destino de los fines de semana de la gente común. Bienaventurados los trabajadores de la zafra del limón, porque las leyes extranjeras obligan a los patrones a pagarlesen blanco. Bienaventurado Los Gutiérrez, porque está repleto de santiagueñosde Jiménez y Pellegrini y sus hijos y nietos. Bienaventurado el viento sur cuando llega a Tucumán, pues nos regala el fresco de las mañanas lluviosas. Bienaventuradas las empanaderas, porque más que una comida hacen un arte del repulgo, la carne picada a cuchillo y la pasa de uva. Bienaventurados los muchachos de Avelino, que no toman agua porque toman vino. Bienaventurada la Crisóstomo porque pocos recuerdan su apellido. Bienaventurados los que regresaron a la provincia, como Rafa Vaca, que ahora respira con su tonada. Bienaventurado el quetupí, que no necesita nada y se da el lujo de preguntar “qué querí”. Bienaventurados los que recuerdan el tranvía, porque llegaron a la ancianidad con buena memoria. Bienaventurada la Virgen de la Merced, porque con su bastón sigue mandando en las batallas diarios de los tucumanos. Bienaventurados los que conocieron a Antonio Salvatore, ítalo—tucumano, camionero y hombre cabal. Bienaventurados los que se lanzaron en balsa en el Salí y llegaron hasta la Mar Chiquita, porque conocieron la aventura del sol, las garzas, el bagre y las barrancas santiagueñas. Bienaventurados los que se sorprendieron con Atahualpa, oyendo la Zamba del Grillo por primera vez: era el asombro de oir lo mismo que hubieran dicho ellos. Bienaventurados los que se bañaron en el río Cochuna, de ellos es el canto de la piedra, el rumor del cerro y la lluvia que perdona todos los pecados. Bienaventurados los que bailaron en Fredi Mar, porque son dueños de los carnavales más perfectos de la provincia. Bienaventurados los que subieron a la terraza para ver el cometa Kohoutek, de ellos siguen siendo las estrellas tucumanas, la plaza Independencia y la avenida Brígido Terán. Bienaventurados los que conocieron la confitería “El buen gusto” y degustaron sus masas finas, porque su experiencia es irrepetible. Bienaventuradas las chicas y [email protected] la noche, del parque 9 de Julio, porque venden el amor verdadero que a muchos les niegan en la casa. Bienaventurados los que comieron un asado a orillas del río Loro, de ellos es la sencillez de los buenos momentos. Bienaventuradas las madres que hacen dulce de naranja agria con sabor a calle empedrada, de ellas es el amor de los interesados y dulceros hijos. Bienaventurados los que recuerdan a Ramón Leoni, el más santiagueño de los tucumanos, el más tucumano de los santiagueños, porque nos esclareció una parte de la historia de la provincia. Bienaventurados los que soñaron despiertos con el conjunto Las Minifaldas, de ellos es la alegría de un tiempo remoto. Bienaventurados los que pasan sus vacaciones en El Mollar, el pueblo turístico más representativo de todo Tucumán. Bienaventurados los que añoran al Extraño de Pelo Largo, que fumaba sin hacer mal a nadie en la Esquina 49 (24 de setiembre y 25 de Mayo). Bienaventurados los tucumanos que leemos esta nota, porque, como “Dulce Doncella”, estamos vivos y vivimos. ©Juan Manuel Aragón