Hay que volver al guardapolvo blanco

La desaparición del guardapolvo blanco como prenda obligatoria de los alumnos, coincide casi con exactitud con la decadencia argentina y el casi total abandono de la educación en casi todas sus categorías, niveles, cualidades o como se llamen los escalones de la escuela. Fue una de las formas que halló el Estado Nacional para igualar a los educandos y solucionó para algunos padres, el problema de que a sus hijos se les gastaba la ropa cuando iban a la escuela. Por un lado, se terminaron las diferencias, ya que, si alguien llevaba prendas lujosas, quedaban tapadas por una vestimenta que era igual para todos. Y también, en un tiempo en que no escaseaban las mujeres que sabían usar una máquina de coser, cualquier madre los fabricaba con una tela blanca, aunque fuera una sábana.
Ahora, basta que una escuela secundaria se llame colegio, para que sus directivos pidan un uniforme que exige zapatos negros, pantalón gris, camisa blanca. Muchos padres humildes desisten de enviar a sus hijos a esos colegios, por miedo a no tener dinero para comprar esa vestimenta que suponen muy onerosa. Y en verdad es más cara que el guardapolvo. Hay como una especie de vergüenza de usar esta indumentaria, propia de los abuelos, los bisabuelos y subiendo en el árbol genealógico quizás llega hasta los tatarabuelos o sus padres. Es lastimoso que se la haya perdido por una tilinguería de maestros, que no tenían otro aporte educativo que hacer, más que meterse a complicar la vida de los padres.
Sería bueno que el Estado exigiera a las escuelas que pidan guardapolvos blancos para sus alumnos. Y que lo hagan todas, incluso las que se llaman privadas y reciben un subsidio estatal, so pena de perderlo. Las otras, las privadas—privadas, que hagan lo que quieran y pidan, si quieren, un disfraz de Pitufo, total lo comprarán padres que se supone que son pudientes. Si fuera Presidente, la segunda medida a tomar desde mi alto sitial de la Casa Rosada, sería obligar a las escuelas a la vuelta al guardapolvo blanco, símbolo de un tiempo en que la educación era tenida como un alto valor al alcance de todos. ¿Qué sería lo primero que haría, pregunta? Poner en hora los relojes y pasar del huso 3, que corresponde al Brasil y al Atlántico, al huso 4, pues firmamos y ratificamos que sería el nuestro: esta medida, entre otras cosas, volvería el almuerzo al mediodía y no a la una de la tarde, como es ahora. Digo, pero capaz que a usted se le ocurre algo mejor.