Cuáles son los pecados que claman al Cielo

Dicen los que saben teología, que de todos los pecados hay cuatro que claman al Cielo y que serán pagados en vida, por quienes los cometen. Son el homicidio voluntario, el pecado impuro contra el orden de la naturaleza, la opresión del pobre y la defraudación o retención injusta del jornal, del trabajador. El homicidio voluntario clama al Cielo desde Abel, es la muerte de otra persona motivada solamente por la envidia. El segundo es la sodomía o pecado de inversión sexual que se opone directamente a la propagación de la especie. El tercero, la opresión del pobre se da cuando se abusa de la condición de pobre e impotente de quienes no tienen cómo defenderse y en la actualidad argentina podrían ser los jubilados. El último es la injusticia contra el asalariado, ya sea retrasándole el pago, disminuyéndolo o despidiéndolo sin causa.
Vamos a ocuparnos aquí solamente del último de los pecados por los que el clamor de los oprimidos llega directamente al Cielo, el asunto de pagar el salario justo, no quedarse una parte de él, no retrasar su pago, no tener al trabajador amenazado con el despido y no despedirlo sin causa. Dicho en términos gruesos, en la Argentina hay tres clases de trabajadores, a saber: informales, en negro y en blanco. Informales les decimos a quienes lo hacen por cuenta propia, categoría en la que entran desde abogados que no dan recibo por su trabajo hasta cartoneros que levantan basura por las calles y los venden luego para ser reciclados. En negro trabajan en relación de dependencia, pero no están ingresados al sistema, no tienen aportes jubilatorios ni sindicato ni obra social. Y en blanco, dependen de un patrón, tienen obra social, aporte al sistema jubilatorio y les descuentan una pequeña suma que va al sindicato.
Los informales son el grueso de los trabajadores argentinos, los más numerosos. No están registrados en ninguna parte, no figuran en el sistema bancario, deben usar billetes para pagar sus transacciones, cobran solamente si trabajan, es decir que no tienen vacaciones ni sindicato que los proteja ni esperanza de jubilarse. Son generalmente trabajos duros, como cartoneros, jardineros, cuidacoches. En negro trabajan los que reciben una paga por su labor, pero es dinero en la mano sin ningún beneficio extra, como la obra social que lo protege, junto a su familia de los gastos médicos. Tampoco los protege el sindicato y los sindicalistas en general se hacen los estúpidos para no verlos ni percatarse de su existencia y el salario suele no ser el que les corresponde. En blanco hay de dos clases, los empleados que cobran el sueldo que marca la ley y, obviamente gozan de todos los beneficios de estar legalmente registrados en el sistema. Y los que cobran la mitad del salario, pero trabajan la jornada íntegra. Hay gremios, en las provincias, cuyos trabajadores entran todos, sin excepción, en esta categoría. Lo hacen porque hay sindicalistas corruptos, que aceptan una coima para que, cada vez que un trabajador acude a ellos a protestar por algo que le hicieron los patrones, no tienen problema en levantar el teléfono y venderlos. Las excusas que dan para no pagar el sueldo que corresponde, van desde “no me alcanza”, hasta “no merecen cobrar más”, pasando por “estos no son tiempos para andar protestando” y “quienes hacen esos reclamos seguramente son izquierdistas que nunca tuvieron a nadie a cargo”. Bueno, estos son pecados que, según la Biblia, “claman al Cielo” y se pagarán en esta vida primero y en la otra después. Si no cree, pregunte a alguien que sepa y le va a decir que lo aquí escrito es verdad.