“Santiago, guitarra y copla”, creación genial de la radiofonía santiagueña

El programa “Santiago, guitarra y copla”, conducido por Juan Carlos Carabajal, debería figurar entre las creaciones más geniales de la radiofonía de la provincia. Se daban cita en LV11, los más grandes creadores de la música popular, junto a humildes intérpretes que llegaban desde lejanísimos lugares, sorteando mil y un inconvenientes. Con el éxito del programa, apareció una revista del mismo nombre, publicada y redactada casi íntegramente por Carabajal que, a poco de aparecer ya era uno de los más grandes éxitos editoriales de Santiago del Estero de ese tiempo y quizás también de toda su historia. También por ahí pasaron no solamente músicos santiagueños sino de toda la Argentina y de países vecinos.
Los amigos del pago, a esa hora, 6 o 7 de la tarde, paralizaban sus actividades y, mate en mano, se daban a la tarea de oir el programa, pues en definitiva hablaba de gente sencilla, como ellos, sin ninguna pretensión de ser otra cosa que lo que era. La música que pasaban eran los grandes éxitos del momento y clásicos conocidos y desconocidos de la historia del género folklórico. Siempre que volvía al pago, llevaba dos o tres ejemplares, aunque no fueran del último número que estaba en la calle, porque era una revista que, salvo dos o tres notas, el resto eran de las que no perdían actualidad, mercadería no perecedera, llaman los periodistas a ese tipo de notas.
Una vez en el pago me preguntaron si lo conocía a Carabajal. Respondí que sí, él trabajaba en la radio y yo abajo, en el diario, eran empresas de un solo dueño. Pero, ¿te saluda?, averiguaban. Claro, por qué no me va a saludar. ¿Anda en un auto caro? Creo que no tiene auto avisaba, y no me creían. Suponían que era un personaje importante, como los de la televisión, alejado del mundanal ruido, digamos. Pero cualquiera sabe en Santiago que es una persona humilde, despojada de todo afán de divismo. Hay y había, eso sí, otros que, con mucho menos de lo que ha hecho Juan Carlos por la cultura, el arte, la música, se dan aires de señores importantes. Somos pocos y nos conocemos mucho. Un día de estos, cualquier Juan de los Palotes de la guía, toca el timbre en su casa, en el barrio América del Sur y al rato está mateando, compartiendo anécdotas como si se conocieran de toda la vida. Una vez estaba en el campo y la conversación en la radio se trató, durante dos o tres minutos, sobre el chaupi correón. Preguntaba Juan Carlos qué era y nadie le supo decir. Después cambiaron de tema. Con un amigo que oíamos el programa, nos lamentamos estar lejos de Santiago. No teníamos cómo explicarle que es el correón de la cincha, del lado del lazo, que debe ser tan fuerte como del lado de montar, algo que el campesino más avisado suele olvidar. Como decir, cada sociedad tiene una parte que parece fuerte y otra que no se ve, pero las dos son importantes para sostener, en un caso el apero sobre el flete y en el otro un emprendimiento de cualquier tipo. Le seguiría narrando de la invisible relación de Juan Carlos Carabajal con la gente del pago, pero esta nota se ha hecho muy larga y tengo otras cositas que hacer. Si me hace acordar, en otra oportunidad le cuento. Ahora, si me disculpa, buenos días, buenas tardes, buenas noches.