PERRO AMOR EXPLOTA

Como lector argentino, no puedo menos que aplaudir la carta abierta al dolor del señor Chipi Merino, publicada en este medio. Chipi, me conmovió lo que escribiste y sé que hablo en nombre de muchos. Gracias.
Como escritor no me queda otra más que metatextualizarla lo mejor posible, haré mi mejor esfuerzo. Con la Bersuit sonando de fondo, aquí vamos...
Una de las vertientes etimológicas indica que la palabra compasión significa “padecer con”. Otra nos señala que esta referida a “sentir pasión con” o sea apasionarse con otros. Me quedo con esta última (¡pues porque me place!)
¿Posiblemente usted se pregunta si a esta altura seguimos hablando de futbol? No. Se trata en cuestión de algo más grande. Un sentir nacional que parte del corazón y deja a la razón para después. Vive en la pasión y muere en la pasión, para que luego, de sus restos inanimados, hagan carne los buitres analistas. Básicamente así se siente el futbol, la política, la religión, la comida y el amor en Argentina. Y lo dejamos ahí, como decía Bernardo (que Dios tenga en la gloria y no lo suelte nunca).
Somos perros que explotamos de amor. “¡Aprendamos de los europeos y sus tácticas!” Claman las voces del estridente clarín Sarmientino. Y ahí viene a mi memoria esa brillante publicación Barcelona que ironiza en su lema: “Una solución europea al problema de los argentinos”. ¡Brillante! ¡Absurda!
Civilización versus barbarie. Europa versus América. Argentina versus Alemania. Etc. Qué difícil explicar estos sentimientos, ¡sólo puede uno vivirlos!
Perro amor explota. Explota de alegría y explota de tristeza, explota de euforia y explota de bronca.
Nosotros sabemos que no es la victoria o la derrota lo que nos une. Es la forma de vivir el juego.
Sin dudas no puedo dejar al protagonista principal de esta historia en el tintero: Todo lo que quiera decirse de Maradona es válido, porque Maradona es el epítome de la argentinidad (le pese a quien le pese). Un humilde, bien cabeza, orgulloso, egocéntrico, luchador, vicioso, cariñoso y pícaro.
“Qué Maradoniano que te pusiste perro vendido!” ...que quiere que le diga! De antemano y por las dudas solo puedo esgrimir una simple respuesta: Yo no voté a Cristina y señores, ¡a mi nadie me paga!
No, no se confunda, mucho hay para criticar y para rescatar de su actuación como técnico. Tanto como se quiera, porque Maradona es el terreno fértil donde usted puede sembrar su bronca o su orgullo, es tan generoso en su simpleza, en su forma de expresar su amor y en su forma de mandar al carajo a quien sea, que hoy puede ser Dios y mañana el Diablo. Usted elige.
Regodearse en la boludez argentina no es mi bandera. “Nosotros hablamos en la cancha” se escuchaba en el vestuario antes del partido. ¡Eso mismo valoro! Sigamos hablando en la cancha, riendo o derramando lágrimas. Sigamos jugando a la pelota.
Sigamos escribiendo desde ahí, desde donde el señor Merino le habla al dolor. Sigamos amando así. Incivilizadamente, sin medida ni piedad, sin razón aparente. Porque eso nos hace grandes, generosos, compasivos.
Sigamos cantando el himno con las tripas, como en esos recitales del pelado Cordera donde los gritos resuenan indomables y la letra de una canción tremenda le pone palabras a lo inexplicable:
“un amor perro no se controla/ el amor explota”
En las calles, ese gran silencio que el sábado ganaba metro a metro los corazones argentinos, era sólo el preludio, del amor que explotó el domingo cuando miles se reunieron a recibir a nuestros guerreros, para decirles:
Gracias por tanta pasión, tanta entrega, tanta gloria. Simplemente gracias. Más notas:
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