Se reanuda el debate oral en el caso Aiziczon

El debate oral en la causa por el asesinato del profesor de tenis Pablo Aizicson, se reanuda hoy.
En la fiscalía, Jorge Luis Borges había dicho que no se iba a animar a mirar a la cara a Susana Napadensky, la madre de Pablo Aiziczon. El viernes, al comenzar el debate oral por el crimen del profesor de tenis, su confeso homicida se abstuvo de declarar; y cumplió. Evitó que sus ojos se dirigieran hacia el asiento que ocupaba la mujer. Tanto Borges como su ex pareja Linda Vanesa Martínez, optaron por la abstención cuando los camaristas Eduardo Romero Lascano, Juana Juárez y Pedro Roldán Vázquez les consultaron si iban a declarar. En ambos casos se leyeron las declaraciones que habían dado durante la investigación. Aiziczon fue asesinado el 21 de marzo de 2011 en una casa del pasaje Ignacio Baz 4.424, ubicado a la altura de avenida Belgrano al 4.400. Hasta esa vivienda había acudido el profesor de tenis para una supuesta sesión de masajes. Borges había dado dos declaraciones en la fiscalía de Instrucción, una ante el fiscal Carlos Albaca (cuyo requerimiento de elevación a juicio fue anulado) y otra ante el fiscal Diego López Ávila. En la primera indagatoria había contado que el mediodía en que ocurrió el crimen, le había dicho a Martínez que tenían que buscar una nueva fuente de ingresos. Para ello le propuso que atendiera a clientes, ya que estaba cerca de terminar un curso como masajista. Martínez, por su parte, indicó que ella no quería hacer masajes a desconocidos, pero que su pareja de todas maneras acordó una cita con un hombre que había contactado en el chat “Tucumanos”. Así llegó Aiziczon a la casa de la pareja, y el profesor de tenis estaba en la habitación con la mujer cuando se produjo el trágico hecho. Las circunstancias del crimen serán debatidas durante las próximas audiencias. La última vez que Napadensky vio a su hijo Pablo fue el día del crimen, al mediodía. Hacía tres meses que había fallecido su marido, y el profesor de tenis la visitaba seguido. Ese lunes 21 de marzo almorzaron juntos, y Aiziczon se retiró entre las 14.10 y las 14.20, supuestamente para ir a la Unidad Sionista donde tenía que dar una clases. Aunque Aiziczon vivía con su novia en el centro, aún conservaba su habitación en la casa paterna, en Yerba Buena. Napadensky desconoce si su hija, antes de salir, estuvo en la computadora chateando. “Más tarde, no me acuerdo la hora exacta, me llamó mi hijo Fernando (Aiziczon) para preguntarme por Pablo. Le dije que se había ido al club”, explicó Napadensky, que la primera testigo en declarar. A pesar de que a la medianoche los hermanos de Pablo y su novia ya estaban alertas por su posible desaparición, a Napadensky recién la llamaron a la mañana siguiente. Antes de ir a la Policía, la mujer llamó a una conocida. “Quería saber si Pablo seguía con una relación que era muy peligrosa”, afirmó. “¿A qué se refiere con eso”, le preguntó la defensora Oficial Rosa Ana María Nosetti. “Era una relación con una mujer casada, pero que ya había terminado hace mucho tiempo”, aclaró la madre de Pablo. Cuando descartó que su hijo haya retomado ese amorío, hizo la denuncia. Las hipótesis que se barajaron desde entonces fueron muchas. Una de ellas, relató la mujer, era la posibilidad de que haya sido víctima de un secuestro “racial”, puesto que su familia tiene una activa participación en la comunidad judía. “Varios sectores de la Policía se instalaron en mi casa”, dijo. Fernando Aiziczon tenía que encontrarse con su hermano en la Unidad Sionista, donde ambos daban clases de tenis. “Llegué al club cerca de las 14 pero estaban todas las canchas ocupadas. Por eso le mandé un mensaje a Pablo diciéndole que no vaya temprano. Me contestó que entonces llevaría el auto al taller mecánico”, contó ayer el muchacho. Fue el último contacto con su hermano. El hermano de Pablo obtuvo en la empresa de telefonía celular el listado de los últimos cinco números con los que se había contactado. Uno sólo le era desconocido. Llamó, lo atendió una mujer y le cuando le dijo quien llamaba, le cortaron. Nunca más le contestaron. Ese número fue el que permitió llegar a los sospechosos. Virginia Marcolongo aún conserva en su teléfono celular los mensajes de texto que intercambió con su novio la mañana del día en que lo mataron. Ella se había ido temprano a trabajar, y él tenía que hacer unos trámites en Yerba Buena. A la noche empezó a preocuparse. Pablo no llegaba y no respondía sus mensajes. A la medianoche llamó a su cuñada y le transmitió su congoja. “Mi esperanza era que me llamen para decirme que lo habían asaltado y que por eso no se había podido comunicar, y que estaba bien”, recordó la joven. La pareja había comenzado hacía pocas semanas a hablar de casamiento y de formar una familia. Paola Aiziczon, en tanto, contó que Pablo estaba feliz. El jueves 17 de marzo se había realizado el recital de Joaquín Sabina en el estadio Monumental y se había encargado de la cantina del evento con un socio. Hoy, los jueces reanudarán la audiencia en doble jornada. Buscarán avanzar con los más de 15 testigos que aún restan.