Huevos fritos a la francesa con arroz blanco

Si vive solo y abandonado, va una receta para una noche de estas, cuando vuelva del laburo con ganas de comer algo rico. No es difícil preparar arroz blanco con huevo frito a la francesa. Bueno, así le decimos en el barrio, pero puede ser que en Francia le digan “huevos fritos” nomás o se escandalicen al saber que les atribuimos esta comida para darnos dique de viajados, conocedores, gourmets y sibaritas. Para empezar los huevos deben ser bien frescos, si tiene gallinero en su casa, use el último que puso la gallina. Busque una sartén más bien chicuela, más el huevo, manteca, una vela y dos o tres tomos grandes de filosofía, aunque unos buenos diccionarios también podrían servir. Ubique los libros en dos pilas de unos 30 centímetros de altura, de tal suerte de dejar un hueco entre ellos y coloque encima la sartén (si ha notado una leve vacilación, se debe a que cuando llegó la parte de la sartén, tuve que acudir al diccionario de la Real Academia para saber si es “la” o “el”, siempre me olvido). Coloque la manteca en la sartén que habrá puesto arriba, sobre las dos pilas de libros y ubique la vela debajo para que la caliente. Luego de derretida la manteca, rompa el huevo sobre ella y espere. Mientras aguarda la preparación anterior, caliente una olla con un poquito de aceite sobre la hornalla común, y cuando esté listo, agréguele dos puñados y medio de arroz. Deje fritar hasta que uno o dos granos estén medio marroncitos y con cuidado, vierta caldo sobre la preparación. Si no tiene caldo, que sea agua hervida con un cubito de sabor y sal. Entre ambas preparaciones lea algo de un buen autor nacional, Arturo Jauretche y su “Filo, contrafilo y punta”, está bien, pero hay otros que también le amenizarán la espera con provecho. Algo de Julio y Rodolfo Irazusta también sirve, aunque son autores un poco más difíciles. Pero vea usted, no soy quién para meterme con sus lecturas. Hay que calcular bien los tiempos, porque el huevo demorará algo más que el arroz. Si ve que la vela se consume y la llama no toca la sartén, empiece a sacar libros de ambos lados, con cuidado para no desemparejar la preparación. Ponga todo en el plato cuando observe que el huevo está listo y el arroz terminó de cocinarse. El arroz abajo, obviamente. Lo ideal es que la clara esté firme, pero no quemada en los bordecitos mientras la yema debe mantenerse trémula y algo indócil, rebelde a la hora de tocarla con el tenedor. Persígnese, dé gracias a Dios por los dones recibidos, pídale que no falte el pan en la mesa de los pobres porque el rostro de ellos es el mismo de Cristo Nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Luego coma despacio. No se apure. Disfrute el momento. Si tiene un vaso de vino, mejor, pero con agua está muy bien. Espero que les haya gustado la receta. Esta comida es mi segundo gran placer solitario. ©Juan Manuel Aragón Leer más notas de Juan Manuel Aragón